1.17.2012

Me esforcé en creerme pero no podía. Y había tantos gritos ahí afuera, ahí afuera siempre hay gritos y la gente no se habla. Creo que ni siquiera se miran. Me esforcé en creerme, me decía las cosas en alto, como para sentir que me hablaba otra persona, a veces lo escribía, para creer que eran cartas de otra persona. Pero nada era de nadie, como mucho mío, y creo que ni eso. ¿Puedes entenderme? Tan sólo necesitaba reafirmar algo, en un mundo donde todo es tan frágil y cambiante, y donde parece que la gente disfruta con toda esa fragilidad y ese cambio. A veces me escondía en algún portal, por momentos me confundía y creía que había ido a buscar a alguien, a ti, a alguien. Pero no había ido a buscar nada, como mucho a mí, y ni siquiera tengo la certeza. Fumaba intentando esforzarme en creer que nosotros podíamos ser algo más que cigarrillos que se consumen en distintas bocas, hasta que al final acaban por los suelos, a medio a pagar, mientras les golpea la lluvia o los arrastra el viento. Y siempre acababa entendiendo que no, que como mucho éramos cigarrillos, y digo como mucho. ¿Sabes de qué estoy hablando? Trataba de sujetar todo eso a mi lado, creyendo que lo conseguiría, y entonces, tras un pestañeo, veía que no había nada en mis manos, ni tampoco a mi lado. Como mucho quedaba un rastro de olor, de aroma, aunque decir aroma suena demasiado bien, más bien era un olor algo gris y empolvado. Y pasaban tantas cosas ahí afuera, pasan tantas cosas ahí afuera, la gente se engaña en los parques, en los cafés, a veces fingen quererse, reciben dinero por morirse mientras hacen labores obligadas, se paran en los semáforos en rojo, como creyendo que nunca nada les atropellará en la vida, ya ves, todo es así, seguro que tú también lo has visto. Me esforcé por creerme pero no podía. Era inútil creer que algo como un amanecer podía traer de vuelta la vida, sueños que no se quiebren con el sonido de un despertador, qué sé yo, todo aquello que no hemos conocido, o que hemos conocido pero ya casi ni recordamos. Ahora viajo en los vagones observándoles, de vez en cuando tengo algún impulso, de vez en cuando siento que les contaría la verdad, al menos algún trozo de la verdad, pero acabo desechando la idea. Ahora escribo y me hablo, sabiendo que esa voz y esas letras, como mucho son mías, y no es seguro. Ahora me refugio en los portales, pero sé que no he ido a buscar a nadie, porque todos echan tres vueltas a la cerradura y bajan las persianas; sé que no he ido a buscar a nadie, y que quizá algún día a mí. Ahora fumo sabiendo que no somos mucho más que un cigarrillo, y que no podemos aspirar a mucho a más que a que nos vayan consumiendo de calada en calada, y ahora entiendo lo de ‘en polvo te convertirás’.
Me entiendes, ¿verdad? Me esforcé en creer pero no podía. Te confieso que de vez en cuando, todavía hay momentos en los que vuelvo a intentarlo. Pero, no te preocupes, ahora me estoy esforzando en no volver a hacerlo.


----

No hay comentarios:

Publicar un comentario