5.05.2011

Comenzar sabiendo cuál será el final.

No tenía palabras. Mientras observaba su mirada penetrante y recordaba todo aquella lluvia empapándonos. Empapándonos como siempre.
No tenía palabras, ni cualquier otra cosa parecida. Y ella estaba allí, deseando que por fin saliera bien. Que por fin saliera, sencillamente. Y yo no tenía palabras, ni formas, ni soluciones; tan sólo aquellas llaves sobre la mesilla, aquel teléfono y alguna moneda de ínfimo valor. Ella tenía muchas más cosas; ella tenía aquel libro que nunca me he leído, aquella ventana a la cual ella no tenía miedo, y toda una cama desde la que sonreír mientras soñaba con un mundo menos cruel, quizá más bonito, quizá menos doloroso. Y yo no tenía apenas nada, tal vez muchos libros que leí tantas veces y que sólo sirvieron para que las verdades fueran más certeras y más dañinas, tal vez una ventana con la persiana medio echada para tratar de protegerme de una ciudad que nunca daba nada.

Yo apenas tenía nada. Y ella tantas cosas que ya casi ni recuerdo…

Observé todo ese color verde. Y yo sabía la verdad, a pesar de todo. Y la verdad era que sólo podíamos ser valientes allí, refugiados de todo y de todos. Y la verdad era que en unas horas saldríamos de ahí, y todo volvería a ser real. Aquel camino que me aprendí de memoria, aquella parada caliente por el sol, aquella llegada puntual y sin retrasos, aquel último gesto que nos sorprendió a los dos.
Yo no tenía palabras. Tan sólo toda la verdad entre mis manos, y mi incapacidad para transformarla. Tan sólo un viaje de vuelta, sin saber que sería el último. Tan sólo el mundo a mil por hora bajo mi piel. Tan sólo unos centenares de miedos. Tan sólo un desequilibrio latente e inexplicable. Tan sólo unas ensoñaciones desganadas y descreídas, ateas. Tan sólo aquellas llaves que abrían las puertas de siempre y nada más, y eso no era en absoluto suficiente. Tan sólo aquel teléfono que no me conectaba en realidad con nadie. Tan sólo unas monedas que ni siquiera llegaban a tener el valor del precio de este mundo de mierda. Yo no tenía más, como mucho una mirada perdida y toda una lluvia que no dejaba de inundarlo todo.
Y tú demasiadas cosas que de vez en cuando me esfuerzo por recordar. Mientras tú te piensas que todo esto va sobre ti, y mientras yo sé la verdad. Y la verdad es que casi nada de esto va sobre ti. Quizá sobre nadie. Quizá nada de esto ni siquiera va sobre mí.

Con todo, quizá la verdad sea tan dolorosa como la siento, pero por momentos no tan certera y segura como la creo.

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