6.05.2012

29.12

¿Qué hacías ahí arriba? ¿Qué podías ver desde arriba? Tenías inviernos en las manos, te llené las manos de inviernos. Y a veces te reías de ellos. Creías que te arañaba con los ojos, creías tantas cosas. En realidad nunca nos creímos nada. ¿Cómo podía yo arañarte? Sólo alargaba mis ojos para contarte que seguíamos ahí y que seguiríamos ahí y que yo no y que tú otra vez y que la gente de alrededor y que anoche cuando lloré y que si pudiera coger el mundo en mis manos y que esa era mi adolescencia y que quizá mañana y que quizá dentro de un año, quizá salvarnos, alguna vez, salvarnos, en vez de morir tanto juntos, siempre morir a esa edad en la que todos te hablan de crecer y de una vida que se parece a una cubertería oxidada. ¿Qué haces ahora cuando caminas por la ciudad? Ahora (en realidad hace tanto ya) que no puedo arañarte con ojos que sólo buscan perder las uñas. Qué has hecho todo este tiempo, cuando ya por las mañanas no estaba, no estábamos, ni todos los silencios rodeándonos, tirándonos del pelo, robándonos la vida, la pequeña vida, la vida, que no era como una cubertería oxidada, sino más bien como aquellas casas viejas, abandonadas, en las que tanta gente vivió tanta gente se quiso en las que tanta gente murió. Qué haces ahora, qué has escrito en todo este tiempo. Ahora que ya no somos adolescentes, pero nos llaman jóvenes, nos lo llaman con labios de viejos cansados viejos que no son sabios viejos que no son viejos que sencillamente están oxidados. Qué haces ahora, mientras yo escribo en la pared que nunca has visto, mientras yo descascarillo la pared, mientras escribo en la pared si aún tienes esos ojos de niña asustada, asustada de que algo le robe la alegría, las respuestas que ella misma ha inventado, descascarillo la pared mientras pienso qué es lo que guardas en tus recuerdos. ¿Qué podías ver con tus ojos que sólo eran manos hablando de la vida suplicando la vida a veces asustadas de la vida? ¿Qué escribiste aquellas veces, qué escribiste en aquellas muertes, muertes de niños y de adolescentes que no saben manejar el amor los cariños y todas esas cosas que el resto fingen que el resto esconden que el resto deforman que el resto matan para poder sobrevivir a ellas? Qué escribiste aquellas veces que nos despedíamos de nuevo, a veces sin despedirnos, como dos críos con zapatos viejos. Que nos despedíamos de nuevo para vernos al día siguiente al amanecer y otra vez tú creyendo que araño con los ojos y otra vez yo diciendo todas esas cosas que uno no dice y entonces usa los ojos. Qué hemos hecho en todo este tiempo. Ahora que levemente efímeramente volvemos a mirarnos sin vernos, y nos hablamos de los sueños, y te hablo del de la pasada madrugada, y tú hablas de que quizá a la vez que el tuyo, que quizá uno era la consecución del otro. Te escribo porque ni siquiera lo leerás, porque ellos tampoco lo leerán, como mucho así por encima, así como con condescendencia; así es como se miran ahí afuera, así es como miran todos los de ahí afuera. Te escribo para encontrarte en las palabras, ya que no te encuentro en los rostros de esas chicas tristes que al parecer también están asustadas, ya que no te encuentro en los ojos de esas chicas alegres que juegan con la tristeza cuando llega la madrugada. Te escribo porque no te encuentro. Porque ya pasó el tiempo de encontrarse. Qué hemos hecho en todo este tiempo. Qué seguiremos haciendo. Ahora que ya no es posible fingir un roce accidental de nuestras manos, que apenas sabían sujetar nada, que apenas sabían sujetarse entre ellas pero que necesitaban sujetarse, y tantos inviernos, tantos inviernos en mis dedos con tus dedos. Qué seguiremos haciendo, con el tiempo. Ahora que ya sólo podemos encontrarnos en sueños, y que te acerques hablando de que ya no queda mucho tiempo, y risas sin explicación, y silencios a punto de romperse, romperse por fin, pero entonces el despertador. Qué seguiremos haciendo. Ahora que ya no somos críos, y nos llaman jóvenes los viejos que no son viejos, y un día nos llamarán viejos los muertos. Ahora que, desde hace tanto ya en realidad, tú tienes una vida, y yo tengo otra, y no sé bien qué son, ni la tuya, ni la mía. Ahora que escribo esto que parece algo que no es. Ahora que. Qué. Qué nos hará el tiempo. 



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1 comentario:

  1. He de confesar que me ha emocionado. La inspiración que tanto echo de menos en mí.

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